domingo, 17 de enero de 2010

10. Salmo 3



Probé la pasta base cuando estudiaba en Iquique. Segundo año medio en el metodista colegio inglés. Seguí por choreza. No me gustó. Buscaba otra cosa. Pensé en la droga como una manera de salir de este mundo, de alucinar y me encontré con eso.
La pasta base sólo era la sensación de un placer minúsculo. Un placer al fin y al cabo. Después ibas por más. Juntabas otro rato. Y así pegando rato a rato la gente se fue perdiendo. Consumiendo. Pobres almas débiles que caen en la droga condenó en un pastor en un diario. Como a los judíos en Auschwitz –por poner un caso- o los detenidos en Pisagua, a estos pastabaseros ni los rescató Jesús ni los ángeles ni nada.
He visto a muchos quedar semidesnutridos, como los espectros humanos de Auschwitz en poblaciones de Iquique y Antofagasta. Ellos quieren seguir hasta el placentero final. Debe ser exquisíto para ellos morir con la pipa en la boca.
También he visto a otros que trabajan y se asumen como funcionales justificando su drogadicción a pesar que su alrededor se esté cayendo a pedazos. Dan lástima sus cercanos, no ellos.


Tras la pasta base seguí con la flunitrazepan. Esa me gustó. No recordaba nada de lo que hacía después de una dosis. La droga perfecta para cometer un asesinato o para inducir a alguien a cometer un asesinato. Una droga para múltiples usos del hampa.
Sin medir las consecuencias, tenía 16 años, respondí la petición y le di una pastilla a una compañera de curso. A las dos horas la chica perdió la conciencia y después fue a dar al hospital. Por suerte se recuperó. Fue una reacción alérgica supe después. Tras esto me botaron del colegio pues, según ellos, la narcoticé para abusar de ella. A ella también la botaron. Obvio: un colegio evangélico no se podía dar el lujo de tener a estos alumnos en sus filas. Fue uno de los momentos más tristes de mi existencia pasar de Iquique a Antofagasta. Dejé a mi polola y una serie de amigos que según mi madre sólo me aportaban problemas, pero que a mi me hacían feliz. Con los años entendí a mi madre pues de lo contrario habría terminado en el hampa como muchos de ellos. Tal vez me habría manejado bien en el hampa, aunque me asumo cobarde para asumir asesinatos o cosas por el estilo. Tal vez habría sido narco.
Hoy soy amigo Facebook de la chica aquella. Su aspecto es deprimente. No sé como llegó a quedar minusválida.

Pienso que todos quienes ejercen la sumisión se apoyan de narcóticos -en el sentido amplio- para someter a los débiles.


Un diario de Antofagasta publicó una sugerente fotografía. Aparece una imagen difusa atribuida como un ángel en medio de un culto evangélico. Recuerdo un hecho parecido en un concierto de Quilapayún en Calama. Otra vez el grupo revivió la Cantata Santa María de Iquique -no se cansan de lucrar o de hacer memoria según como se mire-. Otra difusa fotografía sacada al grupo reveló una mancha blancuzca sobre el escenario. A alguien se le ocurrió que aquello era un fantasma. El diario aportó con la historia: el fantasma del capitán que dio la orden para acribillar a los obreros en la mayor matanza que se tenga registro en Chile. Es conocido que a los diarios les interesa más el impacto. Saben que cierto sector mayoritario de la población prefiere creer o por último tener algo que contar, mejor si es sorprendente. Culpemos a la recarga laboral.

“El bombardeo de información ligado al tema del consumo, a que nos digan qué necesitamos para estar bien, tener mejor calidad de vida, o ser correctos. Ahí aparece el formateo de los medios. Uno termina siendo pensado por los medios, cuando les creés como palabra autorizada. Ya no es la cura de la iglesia, ahora es el comunicador, la publicidad, el marketing. Terminan formateándote no sólo lo que pensás, sino también las emociones” (Pág 6, revista MU, Buenos Aires http://www.lavaca.org/).

Más vale la potencia de la imagen o el acto (fotografía o video) o la historia en si. Se busca el KO. Es más entretenido y cómodo creer que no creer.
Por esto muchas veces vemos los medios de comunicación inundados de porquería efectista. Se moldea a un consumidor tipo. El resultado de esto lo recogen los empresarios.
Ellos quieren creamos en la foto de los chicos lindos de Calvin Klein que aparece en la revista GQ.
Que creamos que por milagro en un mes vas a adelgazar como lo dice la chica reciclada de la serie Baywatch en el comercial a ese horario que nadie ve y que pasa la televisión por cable.
Que creamos en tal iglesia de los elegidos suceden milagros o aparecen ángeles o que Dios habla en la boca de otros.
Que creamos por fe.

Esto es repetido pero vale la pena insertarlo aquí: la sumisión (por complejo de inferioridad tanto físico, económico o sicológico) otorga poder. Jesús acoge a los débiles, a los niños (Marcos 10,13-16), a las mujeres marginadas por la sociedad (Luc as8, 2-3; 10, 38-42; 13,10-17).
La iglesia de Dios acoge a los débiles.


Antes fue la perfección de los ángeles y cristos de Miguel Angel, hoy son los perfectos cuerpos de los chicos, más bien adolescentes. La belleza pasó a la adolescencia –basta revisar la película “Luna Nueva”-. En este contexto de marketing Cristo debería hoy presentarse como un adolescente, un chico de "Luna Nueva" o "Crepúsculo". El efecto sería poderoso. Tal vez sea necesario un Cristo Pop.

Una recordada imagen de Cristo –aquella anoréxica y castigada de la cruz- sirvió de marketing religioso a finales de los años 70 y principios de los años 80. Cristo aclaró su piel para Hollywood de la mano de Franco Zeffirelli. El actor Robert Powell personificó al Cristo de la Guerra Fría. La película calzó en aquellos días de misiles apocalípticos. Cerca de este 2012 –donde el marketing ya anunció el fin de los tiempos- aparecerán ángeles y otras especies del mejor realismo mágico.

Recuerdo a Koresh y los davidianos. Aquella masacre de Waco, Texas, que trajo la televisión en 1993. Fue un espectáculo. Todo el mundo habló de sectas, dementes y apocalipsis. Sin apocalipsis no habría cristianismo. La gente se somete por temor.
Koresh y sus seguidores murieron en su ley. Más bien se inmolaron in the name of God. Como sucede en estos casos, los davidianos interpretaron La Biblia a su modo y creyeron que eran los escogidos en los postreros últimos días. La diferencias de estos con otros, es que estos se prepararon con M-16 para pelear en el apocalipsis.

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