domingo, 28 de septiembre de 2008

7. Job

Mi madre era fans de Job como del cantante Víctor Jara. Ella tenía una biblia roja tamaño pocket. La leía sólo en el culto del domingo, en la clase de jóvenes. En 1986 mi madre andaba por los 35 años y escuchaba, después de la una de la madrugada, las canciones de Víctor Jara por la Radio Moscú. Job está antes que los Salmos, me aclaraba mi mamá. La Radio Moscú estaba antes que la Radio Antofagasta, por la frecuencia AM del dial. El libro de Job es menos grueso que los Salmos, menos páginas, pero más intenso. La Radio Moscú era más intensa que cualquier otra radio del dial en esa época. Lo de Job es un drama. Por el micrófono, Volodia Teitelbom hablaba del drama de Chile. El mejor drama de la Biblia era el de Job. El mejor drama de Latinoamérica era el de Chile. Mi mamá hacía la comparación de Job con un tipo torturado por el régimen milico, en definitiva: un tipo que aguantó la tortura y murió con la frente en alto. Ese era Job, un consecuente, un pequeño Jesús y un Víctor Jara. En el sufrimiento está la trascendencia. Todo sea por la causa. Bien Job.
Todo sea por la causa.
Punta y codo Job.
Electrodos a Job.
Miseria a la familia de Job.
La apuesta de Dios fue Job y al final le ganó al Diablo.
En Chile ganó el diablo.
El diablo no existe mamá, tampoco el Viejo Pascuero. Son invenciones de los hombres, mamá. Son invenciones para simbolizar la maldad, mamá. Recuerdo habérselo dicho con esas mismas palabras a mi madre en 1986, cuando cursaba 7 básico.
En 2008 mi mamá sigue creyendo en el diablo y lo que es peor, creo que el diablo me utiliza o que soy instrumento -aquella es la palabra exacta-. La entiendo.
Desde 1990, cuando llegó la democracia y Radio Moscú se silenció, mi mamá radicalizó su discurso evangélico y comenzó a demonizarlo todo. Por el contrario, yo en 1990 comencé a escuchar la música Thrash -bandas como Metallica, Exodus o Slayer-, que para mi madre eran inspiradas por el diablo y que para mi eran tetosterona musical. Después de 1990 ni mamá ni yo nos acordamos de Job ni de Víctor Jara.
Los hechos posteriores le dieron la razón a mi mamá, según mi mamá: El Thrash me había pervertido.

sábado, 20 de septiembre de 2008

6. Profetas mayores

Si seguimos el orden del Antiguo Testamento, encontramos a los profetas mayores y a tipos como Isaías o el mismo Josué, que destruyó Jericó con ayudita divina. Los de Jericó adoraban sapos de bronce y eran cochinos de pensamiento. Recuerdo unos telefilmes, que exhibieron en los años 80, con la historia de Josué como la de David frente al filisteo Goliat, que simbólicamente representa a los judíos que con astucia pueden dominar al mundo -dijo Pinky y Cerebro-.
Las pecaminosas ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas por los santos relámpagos y terremotos de la inquisición. Y lo peor: el que miraba la destrucción de Sodoma y Gomorra (que suenan a sodomía y gonorrea) se transformaba en sal. Entonces era necesario hacer la vista gorda de la matanza. La impunidad estaba presente. Todos al infierno por drogadictos, alcohólicos, sodomitas y adoradores de sapos de bronce. El diluvio también sirvió para limpiar el mundo de la mierda. Dios sólo quería cristianos. Pinochet quería un Chile sin marxistas. Que mejor que un genocidio y una depuración étnica al mejor estilo nazi o al mejor estilo Hutu en Ruanda. Los nazis pueden decir que todo estaba en el Antiguo Testamento y que los judíos mataron a Jesús. Los Hutus pueden decir que por años le lustraron los zapatos a los Tutsis. El cielo es de Pinochet y Hitler. Nueva Orleans, la ciudad más bohemia y negra de Estados Unidos, recibió un diluvio divino; lo mismo la Tailandia putera de Houellebecq pues recibió la ira de Dios a través de un terremoto y posterior maremoto. El mal viene desde el cielo y con furia.
Mi familia no se perdía los telefilmes diluvianos, igual que las películas de Semana Santa. Jesús de Nazareth de Zeffirelli fue el orgasmo. Yo pensé que el tipo con ojos de huevo frito era Jesús. De calco, decía. Aquella fue mi primera imagen de la crucifixión. Fue terrible ver el método romano de salvajismo y tortura. Lo sentía por Jesús. En ningún caso merecía tanto odio. En esa época, con 10 años, no estaba muy conciente de que los milicos torturaban con métodos más sofisticados que meter clavos en las manos pero igualmente de salvajes a la vuelta de la esquina. Los marxistas son enemigos de Dios, decía Pinochet. Jesús era enemigo de Dios, reclamaron los judíos. Los judíos mataron a Jesús quien antes había dicho: no matarás, no hurtarás y no darás falso testimonio. La Biblia justifica según como se interprete.

martes, 2 de septiembre de 2008

5. El Deutronomio

Pentateuco se les denomina a los primeros cinco capítulos del Antiguo Testamento, donde está el incomprensible y absurdo Génesis; el cinematográfico Exodo con Charlton Heston y los Diez Mandamientos y el resto que con cierta atmósfera mágica y alienígena -¿Pan cayendo del cielo? Prefiero que caigan monedas del cielo- , tema que ha servido para el lucro de algunos escritores de poca monta.
El Pentateuco de mi infancia canuta concluye aquí en el Deutronomio, con la muerte de mi abuelo que fue o trató de ser como mi padre. Mi destino habría sido otro con él vivo. Tal vez hoy sería un laico importante del distrito metodista del Norte de Chile, con un trabajo estable y una mujer que me espera en la casa, cocine a mi gusto, planche mi ropa, y con hijos regordotes con gafas de carey –como yo en este período de mi vida- y una hija, la primogénita, cuyo destino final sea cuidar a su madre en su vejez.
A mi abuelo siempre lo vi hacia arriba. Tenía 10 años cuando murió, pero para ser exacto me duró hasta que yo tenía alrededor de 9 años y medio. Le detectaron el cáncer gástrico a sus 59 años, recién jubilado y con un proyecto de empresa contratista andando. Si es por plata, con la jubilación y empresa contratista ganaría el doble. El cáncer dijo no. Basta.
Mi abuelo estaba feliz de ser antofagastino. Sentía pasión por la ciudad que se puede graficar cuando siguió al equipo fútbol, en aquel entonces Antofagasta Portuario, a Quillota. El Antofagasta Portuario se tituló campeón de la actual Primera B. Me contaba con orgullo la historia de que mi bisabuelo participó en un batallón en la Guerra del Pacífico que le disparaba desde la costa al Huáscar. Mi bisabuelo llegó viejo a Antofagasta y concibió a mi abuelo cuando tenía 60 años. Mi abuelo fue el menor de 7 hermanos. Mi bisabuela quedó viuda con mi abuelo de 5 años. La historia de los 7 hermanos es como la antítesis de la de José, que aparece en el Génesis. A diferencia de José que sus hermanos mayores lo vendieron por celos y rivalidades, a mi abuelo lo cuidaron y lo educaron. Y ninguna de sus hermanos profesaban religión, más bien eran católicos dispersos. El sacrificio de sus hermanos derivó en que mi abuelo fuera el único profesional de la familia. Se graduó de contador.
Lo del cáncer sucedió porque en su infancia mi abuelo bebía, como todos en Antofagasta, agua potable que nunca fue potable. Hasta finales de los años 60, el agua de Antofagasta tenía altos índices de arsénico. No llegaba bien filtrada a la ciudad. Tomar agua, como ahora es fumar, era matarse un poco. Mi abuelo bebió mucha agua, al parecer.
Lo más raro que es mi abuelo no bebió alcohol ni en su vida ni fumó cigarros. El vecino de mi casa, un viejo con piel de buitre, murió de cirrosis. Según la religión, no es bueno para el espíritu beber ni fumar. Todo iba bien. Mi abuelo era un hombre sano que no iba al doctor, aunque siempre después de almuerzo tenía flatulencia. De tantos flatos y quizás dolores estomacales decidió ir al médico. El diagnóstico fue lapidario. Le dieron nueves meses como a las embarazadas. Duró un año y medio.
Mi mamá, mis tíos y mi abuela nunca me dijeron que mi abuelo se moría. Recuerdo que cuando llegó de Santiago –donde le abrieron y cerraron el estómago sin ninguna solución- venía transformado casi en un etiope. En ese momento estaban de moda el drama de la desnutrición en Etiopía. Cuando lo vi, yo lloré e hice llorar al resto de mi familia. Ahí presentí que venía algo malo. Ahí presentí que cambiaría mi destino.

lunes, 18 de agosto de 2008

4. Los Números


Esa mañana el espejo reflejó a un muñequito peinado a la cachetada y algo mofletudo. Mi primer devocional en la iglesia metodista o mi primera incursión en un púlpito -dirigiendo, claro- fue a los 8 años. Niño precoz. Mi abuela me comparó con Shirley Temple. En su interior el templo era luminoso -la luz natural se filtraba por las grandes ventanas laterales y unas claraboyas en el techo-, y mantenía un gran cruz en el medio del altar donde convergían las miradas. Cuando era más pequeño recuerdo haber preguntado si la cruz había sido la misma donde fue clavado Jesús. No, me dijeron, la cruz verdadera está en Israel. Hasta ese momento pensaba que nosotros éramos Israel, el pueblo elegido, el pueblo de Dios. Israel era lo mismo que Chile, o algo parecido. Ahí se me dio vuelta el mundo. Me costó encontrar Israel en el mapamundi de la Enciclopedia Barsa. Debía ser muy poderoso ese insignificante país para que nosotros repitiéramos como papagallos borrachos su historia, sus orígenes. Me quedó claro que nuestros mapuches nunca pelearon contra los filisteos.
El devocional es la antesala del culto, una suerte de introducción, donde se cantan himnos, se lee algún pasaje de la Biblia y se ora. En total: no más de media hora.
Entregarme el devocional fue idea del pastor Ramiro. El tipo -alto y gordo como Obelix en lo físico; y ambicioso y orgulloso en lo sicológico- quiso entregar responsabilidad a los niños. Supongo que como adorno. Su trabajo consistía en atraer más gente a la iglesia, y con más gente, más dinero. Morbosidad debe provocar ver a un niño dirigiendo a 80 o a 100 personas. Insisto que uno a esa edad hace lo que la familia dice y ahí estaba yo: frente un grupo de ancianos, jóvenes y niños. De los niños es el reino de los cielos, afirmaba Obelix con cara de santo. Según mi familia Obelix era instrumento de Dios. Tú serás una suerte de animador, me propuso mi abuelo, del resto me preocupo yo. Imaginé a Vodanovic en Viña. Sólo tenía que leer las oraciones preparadas por mi abuelo, invitar a cantar unos himnos –algunos me sonaban bastante oreja como “Santa Biblia”, así que démosle al himno “Santa Biblia”, me gusta- y leer un pasaje de la Biblia. Mi abuela quería que leyera un Salmo, pero yo opté por Filemón. El libro de Filemón, ubicado en el Nuevo Testamento, era una hoja, así que podía leerlo completo.
En ese tiempo podía definirme como un perfecto niño evangélico, que todos los domingos, con la Biblia bajo el brazo, asistía a la iglesia. Todo terminó a los 10 cuando falleció mi abuelo y me hice fans de la mitología de Star Wars. Me resultaba más cercano Obi-Wan Kenobi que Noe.
Entonces el domingo desayunaba con mis abuelos a las 9 horas. Después mi abuelo despertaba a mi tío (Toribio) en ese tiempo con alrededor de 28 años o menos, universitario. Mi tío a veces iba con la caña a la iglesia. Mi mamá tampoco se levantaba temprano, siempre a las 10 horas. A las 10 horas partía el devocional. Mis abuelos eran puntuales. En ese panorama: yo me iba con mis abuelos en el Chevette blanco a las 9.40 horas, mientras mi tío con mi mamá llegaban a las 11 horas o más tarde.
Cuando me tocó el devocional mi mamá se levantó temprano, y me vistió con una camisa blanca, con camiseta debajo, y unos pantalones de cotele café y unos zapatos café. Era invierno. Por esa misma fecha también me vistió de esa manera y fue para el almuerzo en mi casa con los obispos de la Iglesia Metodista, los mandamases. Después supe que el hijo mayor del obispo falleció de Sida.
Mi abuelo, en tanto, se codeaba con los obispos pues era en ese tiempo, a principios de 1980, uno de los laicos –como le llaman a quien ejercen cargos importantes en las iglesias evangélicas- más importante del norte. Mi abuelo era jefe administrativo para Antofagasta de la empresa de electricidad. Un hombre influyente y con buena billetera para la familia y la iglesia, en tiempos de recesión. Una vez Obelix le rechazó una ayuda en plata. El gordo prefería morirse de hambre con su numerosa familia. Así era Obelix.
El devocional partió a las 10 horas, según mi Casio. Me sudaban las manos. Fijé la vista en el papel y comencé a leer la oración. Cuando levanté la cabeza me encontré con toda la gente encima. En sus rostros había expresiones de sorpresa, ternura y hasta extrañeza. Mejor los hago cantar. Cantaron. Después a leer a Filemón. Un versículo yo, y otro ellos. Me creía un líder como mi abuelo. Luego más música y la oración para terminar. Al final me sentí con el cielo asegurado, aunque los niños -según Obelix- por su calidad de niños desde ya tenían el cielo asegurado. Si lo decía Obelix, entonces había que creer.

lunes, 11 de agosto de 2008

3. El Levítico

¿Cómo llegó mi familia a ser extremista de la fe? Hay que remontarse a 1940. La familia de mi abuela había emigrado de Iquique a Antofagasta por asuntos económicos. El efecto de la crisis del salitre. Eran católicos relajados. Nada de misa dominical. La penitencia anual, como la mayoría de los católicos del Norte de Chile, era la Fiesta de La Tirana, al interior de Iquique. La leyenda de la Tirana cuenta del amor entre un conquistador español y una princesa indígena. Como en los cuentos infantiles, todas las princesas son bellas. En este caso la historia no sale de la norma. Se llamaba “Ñusta”, dominaba la pampa del tamarugal –cuando habían bosques de tamarugos, es decir en tiempos en que las mineras todavía no secaban las napas subterráneas- como una dictadora rica (en plata y cuerpo). Imagino a Jennifer López vestida con un traje sadomasoca culiando con Ben Affleck . Por eso la “Ñusta” aburrida de lo mismo, de los morenos, quedó deslumbrada con Ben. Así salvó al prisionero y quedó mal con su gente. Por amor al “Don”, la traidora de “Ñusta” se entregó a la religión de los conquistadores. Católica. Al final los indígenas mataron a “Ñusta” y su amado. La historia es conocida: los españoles al final masacraron a todos los indios del sur del Perú y norte de Chile. Perú y norte de Chile. Los indios sobrevinientes debieron convertirse al catolicismo, de lo contrario al infierno. De esta manera la historia de “Ñusta” fue un buen método de conversión. La teleserie con algo de realismo mágico –apariciones y cosas por el estilo- lo aplicó con éxito fray Antonio Rondon, de la real orden mercedaria, evangelizador de Tarapacá y Pica, entre 1540 y 1550. La fiesta de la Tirana nació por persuasión de Rondon. Hoy, 200 mil habitantes –aproximadamente- ocupan por 1 semana como mínimo y un mes como máximo el pequeño poblado.
La hermana mayor de mi abuela buscando un sentido quizás más profundo que adorar a una imagen de yeso, se encontró en calle Uribe de Antofagasta, con el templo de la iglesia Metodista. Ahí comenzó todo. Como un epidemia la religión de Juan Wesley se propagó por toda la familia de mi abuela, en ese tiempo: 3 hermanas y los padres. De una jarra con vino en el almuerzo se pasó a una jarra con agua.
Mi abuelo, antofagastino, hijo de la viuda de un veterano de la Guerra del Pacífico y con seis hermanos mayores, entró a la Iglesia Metodista, la iglesia del barrio, en busca de chicas y encontró a mi abuela. Ignoro si fue un amor fulminante, pero al poco tiempo mi abuelo pidió la mano de mi abuela y ambos se casaron en la Iglesia Metodista. No pasaban los 25 años. Para mi abuela -que hoy aborrece la imagen relajada de la juventud, a la que califica de alcohólica y drogadicta- después del matrimonio la vida se partió en dos prioridades y en este orden: 1. atender al marido 2.críar hijos. La iglesia, en su tercer lugar, entregaba las relaciones sociales. La primera en nacer fue mi madre en 1947. En 2008 la misión de mi madre, asignada por sus dos hermanos y claro por orden Dios, es cuidar a mi abuela hasta el fin de sus días. Mi abuela ya tiene 82 años, goza de buena salud, mantiene su lucidez y gracias a la pensión por la muerte de mi abuelo, alimenta a mi madre. De la suerte, de todos modos mala, de mi madre en la vida hablaré más adelante. Ambas creen en el paraíso, mi abuela más que madre pues noto que yo pongo dubitativa a mi madre por mi protodiscurso anti religioso. Todo es una maquinación de los hombres, mamá. La religión se impuso por la espada, mamá. La religión es un cuento cultural mamá, imagínese si fuéramos árabes, mi tío habría sido un talibán o algo parecido y tu tendrías que haber andado con un turbante. El hombre desciende del mono, mamá. Las que nombre son ideas básicas, pero efectivas. Mi madre no aguantaría un perorata de Carl Sagan y menos que le narrará la historia criminal del cristianismo de Karlheiz Deschner. Apostata, me diría.
Mi mamá tiene claro que me iré al infierno. Su imagen del infierno es la clásica: el diablo en medio del fuego esperando a los malos, pero los malos pueden arrepentirse en último segundo e irse al cielo. Pinochet se pudo haber arrepentido, claro está. Es decir como en el cielo no deben existir clases sociales tan marcadas como en Chile, mi mamá fácilmente se puede encontrar con Pinochet. Dios perdona al arrepentido.
Yo me quedo con la imagen del infierno la película Holocausto Caníbal. Cuando entramos a discutir la existencia del infierno, llega un punto en que ambos sentimos lástima por nuestros destinos.
Los metodistas, por lo menos, no eran tan metidos en la vida de uno. Dejaban ser aunque siempre estuvo presento el diezmo. Mi tío Augusto fue el responsable de llevar la religión al extremo.

domingo, 3 de agosto de 2008

2. El Exodo

Conocí por la tele a Rex Humbard a finales de los 70 o principios de los años 80. Yo bordeaba los 7 u 8 años. Su programa lo emitían el domingo, en la mañana (antes de las 10 horas), por TVN, después venía el Club PTL –pero lo de PTL que suena a marca de mostaza vendrá más adelante-.Mis abuelos tostaban pan mientras seguían por la Crown al gringo impecable que tenía una insoportable cara de gringo (cara de papa). Puedo compararlo ahora con un Elvis Presley más delgado que del concierto en Hawaii. Debió existir un criterio estético en la producción del programa para hacer parecer a Rex con Elvis. Rex el telepredicador pop o algo si.
Si se hila más fino el gringo también calzaría justo en un traje de milico nazi de la Segunda Guerra Mundial. Un milico nazi de Treblinka, que es lo mismo que decir Auschwitz. En esa época el gobierno de Pinochet no le puso traba al auge de los telepredicadores ni menos al crecimiento de los evangélicos. Tal vez Pinochet o más bien sus asesores sabían de que ambos podían resultar buenos aliados. El evangelio -o los evangélicos- según Pinochet tranquilizaba o narcotizaba a la masa y desviaba la atención, mientras ellos, los milicos, los perlas, podían actuar en su cruzada anticomunista(marxistas) con impunidad. Tal vez todo fue una treta del Mamo Contreras -el Mamo está en Wikipedia-.
La Iglesia Católica, en ese momento, no contaba con mucha simpatía de la junta por el naciente trabajo de la Vicaría de la Solidaridad.
Volvamos al pan tostado mañanero, a la mantequilla holandesa y al vaso de leche Nido. Los domingos comenzaban con Rex Humbard y su familia, todos sonrientes –según las fotos del disco- y sus nietos. A mi me gustaba una de sus nietas, la de pecas en el rostro. Se me paraba el gualalo. Siempre me gustaron las mujeres pecosas. Mejor las con tetas pecosas. El disco llegó a la casa por correo. No recuerdo haberlo escuchado, pero si vi a mi abuelo frente al toca disco, en el living. El compraba y disfrutaba de esas cosas.
El afiche de Rex y su familia feliz se distribuyó por todo Antofagasta. Según el Google fue en 1978 cuando Rex -no el Tiranosaurio, aclaro- realizó una gira. Google puede estar equivocado, pero hay poca información de Rex en Chile, en la red. Si encontré un interesante reportaje del diario progresista La Nación, denominado “cultura canuta”, que llega a ciertas conclusiones en el punto de vista económico algo semejantes a este blog, pero como dije, al principio: esto es autobiográfico.
Mi primera experiencia con un evento masivo debió ser con Rex o el Chavo del 8. Con mis abuelos fui a ver a Rex y con mi madre al Chavo del 8, o algo así. De ambos tengo el sabor al dulce de un chupete o maní confitado. Entiendo que escuché en la tribuna Pacífico del Estadio Regional de Antofagasta la soberana lata de la predica, que debe haber sido traducida por algún cubano anticomunista de Miami. Supongo que me sorprendió más el Chavo y su: no contaban con mi astucia, chamfle, chamfe...
En aquellos días mi tío pastor era un joven canuto que pasaba sus días en Estados Unidos, de la mano de un pastor de apellido Raus, cuyo ministerio estaba en el sur de Estados Unidos (por las Carolinas). Raus no votaría por Obama, aunque realmente no sé si Raus está ahora vivo o muerto. Pero pensemos que está vivo, por gracia y obra de Dios, diría mi tío, y agregaría: ese hombre salvará a cientos de almas. Raus fue el maestro de mi tío Augusto, el mentor. Mi padre, un exiliado político, después me dijo que pensaba que mi tío recibía instrucciones de la CIA. Con la guerra de fría de por medio y la guerra sucia en Chile, uno nunca sabía bien con quien realmente estaba tratando. Mi padre, en ese momento, recibía instrucciones de los cubanos -pero de Cuba-. Mis abuelos quedaron orgullosos de mi tío pues apareció en un diario de circulación canuta en Estados Unidos. El diario estaba en inglés y mi tío aparecía sobre una bicicleta. Todo por obra del padrino Raus. Raus es un gringo Wasp -buscar en Google que es un Wasp-. Mi tío fue bueno conmigo, aunque cuando niños todos son buenos con uno. Para ellos ahora debo ser como el ángel Lucifer, que se separó de Dios. Cuando llegó de Estados Unidos, me trajo un camioncito de Coca Cola, un polo donde aparecía un Oso de Alaska y unas diapositivas de Disney. Toribio, mi otro tío, lo molestaba por su acento cubano.

sábado, 2 de agosto de 2008

1.El Génesis


Vengo de una familia evangélica, o canuta como le llaman popularmente con desprecio. No es gente culta, aunque se saben la Biblia completa y a veces de memoria. Para ellos la Biblia es más importante que cualquier libro de literatura, filosofía, historia o sociología. La Biblia es la verdad que está inspirada por Dios, de ahí la razón de todo, de ahí el tapa boca.
Mi tío –el hermano de mi mamá- es el pastor y se llama Augusto y mi otro tío el tesorero, se llama Toribio (obvio que no se llaman así, pero la comparación me parece acertada por la cuota de poder que tienen en el destino de su gente, su iglesia). Todo queda en familia.
Mi familia le da más validez a la historia de los hebreos y sus luchas con los filisteos que a las historias del país. Moisés es más importante que Allende o Prat. Comprenderá que Allende y Prat no existen o no tienen peso pues no están en la Biblia.
Hace un tiempo me saturé de mi familia y su forma de vida, pero no lo canalicé en algo. Sólo me comí la mierda. Por años me he comido la mierda. Bueno, llegó el momento de defecar. Tengo tanto que escribir sobre esto (de ahí este blog). Ellos dirán que me utiliza el diablo o que soy producto del alcohol o las drogas. Me siento como Linda Blair.
Empezaré diciendo que son manipuladores, manipuladores de vidas. Hablan de la vida ajena, de los pecados de otros, con el fuero de un legislador. Sus vidas marchan desde hace 20 años parejitas, ejemplares, con buenos ahorros y acumulación de bienes. Mantienen familias grandes, de pieles como durazno y todos van por el mismo camino: la iglesia. Augusto y Toribio son bendecidos. Dios provee y Dios bendice, también, al dador alegre. El diezmo me emputece. El diezmo está en la Biblia y es obligatorio. 10% del sueldo a Dios y la cadena es: Dios-Pastores-buena vida de los pastores. Alguien que gana 60 mil pesos mensuales, como los hay, no puede dar diezmo, pero los da por eso que llaman fe (la convicción de lo que no se ve, según la Biblia); como le dolerá dar diezmo a quien gana sobre el millón de pesos. El diezmo garantiza bendiciones, es como un ahorro, una inversión a largo plazo. En la iglesias gustan más los que ganan un millón de pesos al mes. El pastor está más cerca de ellos igualmente la congregación o las ovejas.
El pastor viaja, no al Caribe, pero viaja en avión. El pastor tiene auto y vive bien. Se lo merece como administrador de la fe, dicen los hermanos. No sé de las finanzas de mi otro tío con respecto a la iglesia, pero la va bien en su trabajo, es bendecido según una medición material, como le gusta medir a los canutos. Toribio tiene dos autos y varios departamentos.
En lo económico ellos se pueden calificar como neoliberales y siguen el ejemplo de los gringos, de Estados Unidos. Votarían por Sebastián Piñera en Chile y por los republicanos en Estados Unidos. Estados Unidos es la primera potencia mundial porque Dios los bendijo, dicen. Estados Unidos es evangélico. Chile, en cambio, está regido por una mujer agnóstica y por eso las cosas andan mal. Seríamos bendecidos, si nos guiara Piñera o Lavín. Los evangélicos son machistas, además. El hombre a la cabeza, la mujer detrás.
Augusto y Toribio son conservadores extremos. Se horrorizan con el aborto, la eutanasia, los casamientos homosexuales y todo lo que sale o dan en la tele, pero culean igual que todos, por detrás, a lo perrito, por delante y se los chupan ¿Es pecado culiar? Por lo menos los canutos pueden culear, por lo menos.
Los domingos por la mañana y noche toda mi familia va al templo, es la fiesta, la onda. Todo bien vestidos como muñecos de torta de novios. Saltan, cantan y bailan. Oran a Dios. Caen aturdidos como epilépticos algunos y otros oran tanto que lengua se sale para afuera. Es la catarsis. El éxtasis. Podrían decir lo mismo de las fiestas electrónicas o las conciertos de rock. Son maneras de convivencias por gusto, nadie va obligado está claro. Sin embargo son varios los que le creen a Dios y se entregan. Varios. La mayoría llega con el autoestima hecha pedazos, trizas, a punto del suicidio algunos o en la búsqueda de algo duradero para sus vidas, algo que trascienda más allá del Tarot. Dios los recupera y los renueva. De ese se trata el negocio. Las historias de esos, los otros, son comentadas con lujos y detalles, los viernes, cuando toda mi familia se reúne a tomar té con la matriarca, mi abuela, también evangélica, la primera de todas. Se comentan desde como iban vestidos hasta sus problemas íntimos: ese era medio alcohólico, abandonó la familia o tenía un espíritu de sexo (veía películas pornos y se corría la paja). Son verdaderos maestros chasquillas de la sicología, sicología barata, claro está.
Yo, para ellos, debo ser como una especie de demonio, una posesión, pues no lo pesco ni me intereso en sus temas, a veces les he dicho en su cara mi aversión a su religión. Aclaro que no tengo nada contra Dios, ni Alá ni Buda, pero me molestan los circos, los circos bien armados y en estos casos, exitosos.
Ahora comprenderán porque yo no participo en el Año Nuevo con mi familia, u en otra actividad. Somos incompatibles aunque en un principio, cuando niño, cuando no se tiene mucha capacidad de descrifar, fui parte de su circo y me vistieron como un mono de torta de novio para ver a Rex Humbard en un estadio.