domingo, 28 de septiembre de 2008

7. Job

Mi madre era fans de Job como del cantante Víctor Jara. Ella tenía una biblia roja tamaño pocket. La leía sólo en el culto del domingo, en la clase de jóvenes. En 1986 mi madre andaba por los 35 años y escuchaba, después de la una de la madrugada, las canciones de Víctor Jara por la Radio Moscú. Job está antes que los Salmos, me aclaraba mi mamá. La Radio Moscú estaba antes que la Radio Antofagasta, por la frecuencia AM del dial. El libro de Job es menos grueso que los Salmos, menos páginas, pero más intenso. La Radio Moscú era más intensa que cualquier otra radio del dial en esa época. Lo de Job es un drama. Por el micrófono, Volodia Teitelbom hablaba del drama de Chile. El mejor drama de la Biblia era el de Job. El mejor drama de Latinoamérica era el de Chile. Mi mamá hacía la comparación de Job con un tipo torturado por el régimen milico, en definitiva: un tipo que aguantó la tortura y murió con la frente en alto. Ese era Job, un consecuente, un pequeño Jesús y un Víctor Jara. En el sufrimiento está la trascendencia. Todo sea por la causa. Bien Job.
Todo sea por la causa.
Punta y codo Job.
Electrodos a Job.
Miseria a la familia de Job.
La apuesta de Dios fue Job y al final le ganó al Diablo.
En Chile ganó el diablo.
El diablo no existe mamá, tampoco el Viejo Pascuero. Son invenciones de los hombres, mamá. Son invenciones para simbolizar la maldad, mamá. Recuerdo habérselo dicho con esas mismas palabras a mi madre en 1986, cuando cursaba 7 básico.
En 2008 mi mamá sigue creyendo en el diablo y lo que es peor, creo que el diablo me utiliza o que soy instrumento -aquella es la palabra exacta-. La entiendo.
Desde 1990, cuando llegó la democracia y Radio Moscú se silenció, mi mamá radicalizó su discurso evangélico y comenzó a demonizarlo todo. Por el contrario, yo en 1990 comencé a escuchar la música Thrash -bandas como Metallica, Exodus o Slayer-, que para mi madre eran inspiradas por el diablo y que para mi eran tetosterona musical. Después de 1990 ni mamá ni yo nos acordamos de Job ni de Víctor Jara.
Los hechos posteriores le dieron la razón a mi mamá, según mi mamá: El Thrash me había pervertido.

sábado, 20 de septiembre de 2008

6. Profetas mayores

Si seguimos el orden del Antiguo Testamento, encontramos a los profetas mayores y a tipos como Isaías o el mismo Josué, que destruyó Jericó con ayudita divina. Los de Jericó adoraban sapos de bronce y eran cochinos de pensamiento. Recuerdo unos telefilmes, que exhibieron en los años 80, con la historia de Josué como la de David frente al filisteo Goliat, que simbólicamente representa a los judíos que con astucia pueden dominar al mundo -dijo Pinky y Cerebro-.
Las pecaminosas ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas por los santos relámpagos y terremotos de la inquisición. Y lo peor: el que miraba la destrucción de Sodoma y Gomorra (que suenan a sodomía y gonorrea) se transformaba en sal. Entonces era necesario hacer la vista gorda de la matanza. La impunidad estaba presente. Todos al infierno por drogadictos, alcohólicos, sodomitas y adoradores de sapos de bronce. El diluvio también sirvió para limpiar el mundo de la mierda. Dios sólo quería cristianos. Pinochet quería un Chile sin marxistas. Que mejor que un genocidio y una depuración étnica al mejor estilo nazi o al mejor estilo Hutu en Ruanda. Los nazis pueden decir que todo estaba en el Antiguo Testamento y que los judíos mataron a Jesús. Los Hutus pueden decir que por años le lustraron los zapatos a los Tutsis. El cielo es de Pinochet y Hitler. Nueva Orleans, la ciudad más bohemia y negra de Estados Unidos, recibió un diluvio divino; lo mismo la Tailandia putera de Houellebecq pues recibió la ira de Dios a través de un terremoto y posterior maremoto. El mal viene desde el cielo y con furia.
Mi familia no se perdía los telefilmes diluvianos, igual que las películas de Semana Santa. Jesús de Nazareth de Zeffirelli fue el orgasmo. Yo pensé que el tipo con ojos de huevo frito era Jesús. De calco, decía. Aquella fue mi primera imagen de la crucifixión. Fue terrible ver el método romano de salvajismo y tortura. Lo sentía por Jesús. En ningún caso merecía tanto odio. En esa época, con 10 años, no estaba muy conciente de que los milicos torturaban con métodos más sofisticados que meter clavos en las manos pero igualmente de salvajes a la vuelta de la esquina. Los marxistas son enemigos de Dios, decía Pinochet. Jesús era enemigo de Dios, reclamaron los judíos. Los judíos mataron a Jesús quien antes había dicho: no matarás, no hurtarás y no darás falso testimonio. La Biblia justifica según como se interprete.

martes, 2 de septiembre de 2008

5. El Deutronomio

Pentateuco se les denomina a los primeros cinco capítulos del Antiguo Testamento, donde está el incomprensible y absurdo Génesis; el cinematográfico Exodo con Charlton Heston y los Diez Mandamientos y el resto que con cierta atmósfera mágica y alienígena -¿Pan cayendo del cielo? Prefiero que caigan monedas del cielo- , tema que ha servido para el lucro de algunos escritores de poca monta.
El Pentateuco de mi infancia canuta concluye aquí en el Deutronomio, con la muerte de mi abuelo que fue o trató de ser como mi padre. Mi destino habría sido otro con él vivo. Tal vez hoy sería un laico importante del distrito metodista del Norte de Chile, con un trabajo estable y una mujer que me espera en la casa, cocine a mi gusto, planche mi ropa, y con hijos regordotes con gafas de carey –como yo en este período de mi vida- y una hija, la primogénita, cuyo destino final sea cuidar a su madre en su vejez.
A mi abuelo siempre lo vi hacia arriba. Tenía 10 años cuando murió, pero para ser exacto me duró hasta que yo tenía alrededor de 9 años y medio. Le detectaron el cáncer gástrico a sus 59 años, recién jubilado y con un proyecto de empresa contratista andando. Si es por plata, con la jubilación y empresa contratista ganaría el doble. El cáncer dijo no. Basta.
Mi abuelo estaba feliz de ser antofagastino. Sentía pasión por la ciudad que se puede graficar cuando siguió al equipo fútbol, en aquel entonces Antofagasta Portuario, a Quillota. El Antofagasta Portuario se tituló campeón de la actual Primera B. Me contaba con orgullo la historia de que mi bisabuelo participó en un batallón en la Guerra del Pacífico que le disparaba desde la costa al Huáscar. Mi bisabuelo llegó viejo a Antofagasta y concibió a mi abuelo cuando tenía 60 años. Mi abuelo fue el menor de 7 hermanos. Mi bisabuela quedó viuda con mi abuelo de 5 años. La historia de los 7 hermanos es como la antítesis de la de José, que aparece en el Génesis. A diferencia de José que sus hermanos mayores lo vendieron por celos y rivalidades, a mi abuelo lo cuidaron y lo educaron. Y ninguna de sus hermanos profesaban religión, más bien eran católicos dispersos. El sacrificio de sus hermanos derivó en que mi abuelo fuera el único profesional de la familia. Se graduó de contador.
Lo del cáncer sucedió porque en su infancia mi abuelo bebía, como todos en Antofagasta, agua potable que nunca fue potable. Hasta finales de los años 60, el agua de Antofagasta tenía altos índices de arsénico. No llegaba bien filtrada a la ciudad. Tomar agua, como ahora es fumar, era matarse un poco. Mi abuelo bebió mucha agua, al parecer.
Lo más raro que es mi abuelo no bebió alcohol ni en su vida ni fumó cigarros. El vecino de mi casa, un viejo con piel de buitre, murió de cirrosis. Según la religión, no es bueno para el espíritu beber ni fumar. Todo iba bien. Mi abuelo era un hombre sano que no iba al doctor, aunque siempre después de almuerzo tenía flatulencia. De tantos flatos y quizás dolores estomacales decidió ir al médico. El diagnóstico fue lapidario. Le dieron nueves meses como a las embarazadas. Duró un año y medio.
Mi mamá, mis tíos y mi abuela nunca me dijeron que mi abuelo se moría. Recuerdo que cuando llegó de Santiago –donde le abrieron y cerraron el estómago sin ninguna solución- venía transformado casi en un etiope. En ese momento estaban de moda el drama de la desnutrición en Etiopía. Cuando lo vi, yo lloré e hice llorar al resto de mi familia. Ahí presentí que venía algo malo. Ahí presentí que cambiaría mi destino.